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RoboCop
1990
Game Boy
Ocean
Es gratificante recordar aquellos años, a finales de los 80, cuando la creación de juegos multiplataforma distaba mucho de la producción estandarizada y clonatoria que estamos acostumbrados a ver hoy día. Uno no medía frames ni contaba polígonos, sino que se armaba del medidor cuantitativo de la diversión y procedía a evaluar si se lo había pasado teta o no. En 1987 Ocean adquirió los derechos de una película que prometía serie B inundada de hemoglobina, RoboCop, que iba a ser dirigida por un desconocido director. El guión llegó a Gary Bracey, director de desarrollo de Ocean, y le pareció que podía ser un bombazo. Finalmente el guión se transformó en película de culto, con envoltorio de serie A pero espíritu jocoso de serie B, incluso de X, Y o Z.
RoboCop fue el éxito irrepetible de Ocean, diversificado en multitud de plataformas. Desde el arcade que subsubsublicenció a Data East, hasta las versiones de 8 bits o las de 16 con aquel pequeño desastre de PC que la propia Data East reparó parcialmente. En el ámbito doméstico, fue el genio de Mike Lamb quien se encargó de dar forma a versiones tan impresionantes como la de Spectrum o Amstrad, que se basaban libremente en el arcade e introducían una suerte de minijuegos bastante afortunados y que recreaban fielmente algunos pasajes de la película. Algo de tiempo después llegaría una pequeña obra maestra de 8 bits en formato portátil: la versión que Mike Lamb perpetró para Game Boy.
No me parece exagerado resaltar que esta versión no sólo es la más redonda de todas cuanto aparecieron con esta licencia, sino que es uno de los juegos más maravillosos y jugables que se han hecho para plataforma alguna de 8 bits. Su suavísimo scroll y la perfecta planificación de la acción pondrán en primer plano a partes iguales nuestros reflejos y la capacidad para actuar con un cierto componente estratégico. RoboCop no es una veloz máquina de matar (bueno, un poco sí) sino un tipo lento y de saltitos anecdóticos que acaba con el enemigo mediante precisos disparos. Conviene saber situarse en el mejor lugar antes de que los enemigos nos frían literalmente a balazos, y ello requiere de un buen conocimiento del terreno que pisamos, en la línea de los arcades más clásicos. Los interludios con los minijuegos son el contrapunto ideal para «relajarnos» impidiendo una violación, haciendo un reconocimiento facial o reventando a puñetazos al antipático ED209.
La música inicial de Jonathan Dunn es absolutamente fantástica y sólo puede ser degustada cerrando los ojos en un sillón y dedicando unos cuantos minutos a su audición. Una melodía entre lo melancólico y lo marcial, adornada de un uso maestro de las (aparentemente) limitadas posibilidades de la portátil de Nintendo, y cuya calidad no escapó a los responsables de la marca de electrodomésticos Ariston, que la usaron para un inolvidable y recordadísimo anuncio de televisión. Aún hay mucha gente que recuerda en UK ese anuncio, desconocedora totalmente de la procedencia de la melodía.
Sólo una pega: el original de este juego está muy cotizado, así que si quieres disfrutarlo en su plataforma original olvídate de eso de: «te lo compro por un dólar»…